Creso se consideraba, por su riqueza, el hombre más feliz de la tierra. En una oportunidad fue visitado por el sabio legislador ateniense Solón. El rey, muy vanidoso, quiso deslumbrar al extranjero ilustre, exhibiendo sus inmensos tesoros. Luego le preguntó cuales eran los hombres felices que había conocido. Solón cito algunos casos de griegos a quienes consideraba dichosos. Un tanto contrariado creso, preguntóle si a el no lo consideraba feliz, a lo que respondió el filósofo, que nadie puede considerarse realmente feliz sino en el momento de la muerte, pues todos ignoramos nuestro destino y de un día para otro podemos caer de la máxima dicha a la mas honda desventura.
Creso fue hecho prisionero por Ciro. Este se disponía a quemarlo vivo cuando oyó al ajusticiado exclamar desesperado: -¡Solón ¡Solón tú fuiste el único que me dijo la verdad.- intrigado Ciro por estas palabras se las hizo explicar por creso y al conocer el sentido de las mismas, sintió gran piedad por el cautivo, le perdonó la vida y fue en adelante su amigo..